Introducción histórica
Esta parroquia fue el eje de la collación más extensa de las catorce creadas por Fernando III, con excepción de la Catedral. Se sitúa frente al famoso monumento al torero Manolete. No por casualidad al barrio de Santa Marina se le ha llamado el barrio de los toreros; y también de los piconeros, ya que reunía muchas personas de este oficio.
Centra el conjunto urbano de la Lagunilla, denominación que recibe de los diversos arroyuelos que atravesaban la zona. En época de epidemias, muy frecuentes en estos años, los arroyos se convertían en auténticos focos de infección que facilitaban la transmisión de diversas enfermedades que diezmaron la población desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII, y que afectaron muy especialmente al barrio.
Como era habitual en las parroquias, Santa Marina asumía la distribución de los recursos necesarios para afrontar las epidemias. El templo se encargaba de repartir el pan, la fruta o las gallinas entre los más desfavorecidos. Además se recurría a las procesiones de imágenes devocionales solicitando su protección. En épocas difíciles, los fieles acudían en masa a esta parroquia, como a tantas otras, en busca del consuelo material y la asistencia espiritual. Por otra parte, en torno a la parroquia se organizaban pequeños hospitales asistenciales.
El barrio abarcaba también una zona de interés artesanal en la Baja Edad Media que aún conserva su toponimia: las Ollerías, lugar en el que se concentraban los alfares cordobeses. Muy cercana estaba asimismo la célebre Puerta del Colodro, de la que hoy sólo queda el nombre, en recuerdo de Alvar Colodro, el primero en escalar la muralla que daría inicio al proceso de la reconquista de Córdoba.
Santa Marina fue de las primeras iglesias “fernandinas” construidas, junto con la Magdalena. Parece que se edificó sobre un antigua iglesia visigoda y que se convirtió en núcleo repoblador. De hecho, su advocación responde a las nuevas devociones introducidas por los repobladores llegados del norte de España, ya que Marina es una mártir gallega del siglo II.
Conocemos muy poco de su biografía, pero parece que era hija de un aristócrata pagano que, al morir su esposa, encargó la educación de su hija a una nodriza cristiana que supo transmitirle el amor a Cristo. La historia narra que el romano Olibrio, gobernador de Galicia, se enamoró de ella, pero ante su rechazo decidió torturarla y encerrarla en la cárcel. Allí fue tentada por el demonio en forma de dragón, al que venció clavándole la Cruz de Cristo, episodio muy repetido por los artistas y que contemplaremos en este templo. La tradición señala que finalmente fue decapitada, y que de su cabeza brotaron tres fuentes de Aguas Santas en las que San Fernando se curó de una enfermedad de niño. La veneración a una santa que sacrificaba su vida por defender su virginidad y su fe tuvo gran aceptación por la devoción que le tenía San Fernando y por la fácil comprensión del mensaje entre los fieles.
Por último, un dato curioso: la parroquia alberga la sepultura de los famosos comendadores de Calatrava que inspiraron a Lope de Vega en su obra “Los comendadores de Córdoba”.
Exterior
El edificio de Santa Marina se ofrece casi exento, mostrando la disposición de sus muros “a soga y tizón”, como en las demás iglesias “fernandinas” a excepción de la Magdalena. Pero destaca por su aspecto excepcionalmente macizo y austero. Pese a la sencillez y sobriedad de la arquitectura de Santa Marina, la decoración de sus relieves es tratada con mucha imaginación, especialmente en sus portadas, de evidente influencia burgalesa y que ofrecen curiosos motivos animalísticos.
La fachada principal es imponente, ofreciendo el aspecto de fortaleza de la fe, con la estructura en hastial con cuatro gruesos contrafuertes escalonados. Cobija una portada abocinada de arcos de estilo gótico primitivo ligeramente apuntados y con influencia mudéjar, decorada con motivos animales y vegetales.
El esquema se repite en la portada de la derecha, con el típico tejaroz o cornisa con moldillones. La portada norte es más original, presentando un gablete o remate triangular decorado con puntas de diamante que acoge la puerta abocinada y decorada con dientes de sierra. Una pequeña hornacina contiene la figura de Santa Marina.
El rosetón central es de tamaño mediano. Se decora con un núcleo circular macizo con una estrella de ocho puntas de la que surgen arcos apuntados de herradura de corte mudéjar.
La torre renacentista, como la de San Lorenzo, es obra de Hernán Ruiz II, patrocinada por Leopoldo de Austria, tío de Carlos V y Obispo de Córdoba entre 1541 y 1557. Es digna de mención la talla humanística de este prelado, a quien se deben importantes empresas artísticas en la ciudad que transformaron su urbanismo medieval por otro mucho más moderno y racional.
La torre se comienza a levantar en 1550 adosada a la nave de la epístola. La forman dos cuerpos de sillares de planta cuadrangular, el primero se decora con doce cabezas de león y el segundo acoge el cuerpo de campanas con escudos de Leopoldo de Austria en sus ángulos. Está rematado por una cúpula de piedra y un pequeño cuerpo octogonal que sustenta la veleta.
Estructura y nave central
La evolución del edificio de Santa Marina ha estado marcado por diversos acontecimientos que han supuesto graves perjuicios a su estructura, como el terremoto de 1680, el de Lisboa de 1755, y los incendios de 1880 y 1936. Los daños se subsanaron con sucesivas reformas que fueron adaptando y modernizando el templo.
Sin embargo, y a pesar de que las reformas barrocas enmascararon la estructura originaria de la iglesia, las últimas intervenciones le han devuelto su aspecto medieval, siendo una de las iglesias “fernandinas” que mejor lo mantiene.
La planta del templo es rectangular de tres naves separadas por arcadas apuntadas sobre pilares compuestos, y su longitud sólo es superada por San Pablo. La nave central es más alta y cubierta con artesonado mudéjar, y se ensancha conforme avanza hacia los pies, a la inversa que sucede con las naves laterales. Como es habitual, no hay crucero, pero sí una cabecera de tres ábsides poligonales. La capilla mayor, cubierta por bóveda de crucería, tiene su frente perforado por tres ventanas góticas, un arcosolio y vanos de comunicación con los ábsides laterales. El ábside de la epístola mantiene su estructura original, mientras que el del evangelio ha sido muy transformado.
El templo sufrió importantes reformas ya a finales del siglo XIV. En el año 1419 estaba concluida la Capilla de los Orozco donde se instituiría una Cofradía a finales del siglo XV. Hoy este lugar lo ocupa la Sacristía.
En 1630 se decidió transformar completamente el ábside del evangelio para alojar allí la Capilla de los Benavides. Aunque las reformas más importantes se realizarán en 1645, ocultándose la techumbre mudéjar, que permanecerá tapada hasta la reforma de 1880 que la dejará definitivamente al descubierto.
Además de las Capillas de los Orozco y los Benavides, el recinto acoge la Capilla Bautismal en el ábside de la epístola y la espectacular Capilla del Sagrario.
Nave de la Epístola
Situándose a los pies de la nave, comprobará que esta zona es más estrecha que en la cabecera.
Avanzando desde los pies hacia el ábside, el primer lienzo que se contempla representa a la santa titular y está firmado y fechado en 1678. Se realizó para el desaparecido retablo mayor y es una de las mejores pinturas de Fray Juan del Santísimo Sacramento. Representa a Santa Marina en uno de los episodios de sus tentaciones, arremetiendo con una lanza en forma de Cruz contra un dragón que simboliza al demonio. Encima se ha representado una Cruz sobre la que está el Espíritu Santo en forma de paloma que sostiene en su pico la corona de laurel, símbolo de la victoria del bien sobre el mal.
A su lado se encuentra una obra anónima del siglo XVIII que representa a San Joaquín y Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, tema en el que se insiste a partir del siglo XVI, coincidiendo con el auge del culto a Santa Ana, la madre de María.
Más adelante puede contemplarse una bella Anunciación del siglo XVII y estética italianizante. Es interesante el detalle de la paloma, signo del Espíritu Santo, que insufla su hálito sobre la sorprendida Virgen. Este tema es uno de los más representados en la historia del arte cristiano, ya que no se limita a recoger uno de los episodios de la vida de María, sino que se refiere al origen de la Encarnación. Acoge el misterio central de la fe cristiana, en el que Dios renuncia a su dignidad y se rebaja a la condición humana, por amor al hombre. La reiteración de esta iconografía se justifica por el interés en vincular la Redención con la libertad de María. De ella depende aceptar la misión que San Gabriel le anuncia y desencadenar el proceso de salvación de la humanidad. El tema apela a la libertad del hombre en la aceptación de la fe.
Avanzando por la nave se encuentra El retablo de San Juan Bautista, realizado en madera policromada hacia 1645, y procedente de la iglesia de la Trinidad. Los lienzos primitivos los pintó Antonio del Castillo, pero sólo se conservan los originales de San Francisco, en la parte superior derecha,y la Inmaculada del ático. Los demás son copias del siglo XIX realizadas por Saló y Junquet. Ocupa el lugar central el titular, que aparece como Precursor de Jesucristo, señalando al Cordero símbolo de Jesucristo. Porque fue él quien saludó a Jesús diciendo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, frase en latín que se intuye en la filacteria que sostiene. A sus pies, una concha revela su condición de Bautista. Lo flanquean a la izquierda San Joséy San Antonio de Padua. A la derecha está San Blas vestido de obispo y con el rastrillo con el que fue martirizado a sus pies. Los originales de estos dos últimos lienzos se custodian en el Museo de Bellas Artes de la ciudad.
Entre los dos retablos de la nave se sitúa un óleo del siglo XVIII que representa a San Francisco Javier, el santo misionero jesuita que predicó en India y Filipinas. El lienzo lo presenta predicando el Evangelio a un grupo numeroso.
A continuación aparece El retablo de Nuestra Señora de la Luz, de la segunda mitad del siglo XVIII y centrado por la talla barroca de la Virgen de la Luz atribuida al trinitario Juan Bautista de la Concepción. Los bellos cobres del banco recogen escenas de la infancia de Jesús que representan a la Virgen con el Niño a la izquierda y a la Sagrada Familia en la carpintería a la derecha. El ático se completa con un lienzo del Martirio de San Sebastián pervivencia de la desaparecida iglesia de San Sebastián, en el barrio de la Magdalena, de donde procede el retablo.
Cerca ya del ábside y entre dos arcosolios, se halla la portada de la antigua Capilla de los Orozco, que fue después sede de la Cofradía de las Ánimas y el Resucitado, y que actualmente cubre las funciones del Sacristía. De esta fundación testamentaria de Miguel Ruiz de Córdoba queda esta magnífica portada que recuerda a la Capilla Real de la Catedral de Córdoba. Es imponente el panel de yesería mudéjar con restos de policromía e inscripciones muy perdidas que rodean el vano de entrada. El arco es apuntado, con relieves de atauriques y mocárabes en los que el calado se entremezcla con hojas de pimiento y piñas. Dos escudos de la Orden de Calatrava hacen presentes a los comendadores enterrados en ella. Se trata de los famosos comendadores de Calatrava que inspiraron a Lope de Vega en su obra “Los comendadores de Córdoba”. Como dato curioso, esta obra inmortaliza la leyenda afincada en la cordobesa Torre de la Malmuerta, una bella torre albarrana octogonal del siglo XV y estética mudéjar ligada a una tradición popular en la que un caballero Veinticuatro ascendiente de los marqueses de Villaseca mató a su mujer acusándola infundadamente de adulterio. Tras comprobar la injusticia que había cometido, suplicó su perdón al rey Enrique III, quien lo condenó a levantar esta torre expiatoria en recuerdo de la dama que había sido “mal muerta”.
Pasando la capilla se encuentra un lienzo del Arcángel San Gabriel. Es gemelo del situado en la nave del evangelio, aunque éste porta el ramo de azucenas y aquel el pez y la cartela. Estánatribuidos a Cristóbal Vela Cobo. Son zurbaranescos y casi idénticos porque ambos modifican sendas representaciones anteriores de San Miguel, identificable aún por la vestimenta militar y el escudo con la inscripción que aún nos interroga: “¿Quién como Dios?”.
Remata la nave su ábside, ocupado por la actual Capilla Bautismal, que fue capilla de la Cofradía de San Roque y más tarde de la Cofradía de la Esperanza hasta su traslado a San Andrés. Este espacio mantiene su bóveda gótica original decorada con una flor de doce pétalos, precedida de un tramo rectangular cubierto por otra bóveda gótica. Dentro de él, una gran pila bautismal preside la estancia.
Lo adornan tres lienzos. El más interesante es la Asunción, obra cercana a la escuela madrileña del siglo XVII. La Inmaculada pertenece a la escuela cordobesa del siglo XVIII y la de menor calidad es Jesús del Perdón ante el Padre.
Presbiterio
El presbiterio está situado en el ábside central, que es poligonal y cubierto con bóveda gótica. Preside la talla moderna de un Crucificado. En el arco toral, es decir, el que separa el ábside central de la nave, se ha colocado a la derecha la antigua titular de la Capilla de Benavides, la Virgen del Rosario, escultura del primer cuarto del siglo XVII de estética tardomanierista.
La advocación obedece a la devoción que tiene el rosario en la época. El rezo del rosario es de origen medieval, pues la tradición lo relaciona con la entrega del sagrado objeto a Santo Domingo de manos de la Virgen. Sin embargo, será a partir del XVI y gracias al celo de los dominicos cuando se impulse este modo de oración, acogida con enorme entusiasmo entre los fieles. De este fervor brotará la profusión de imágenes de la Virgen del Rosario.
A la izquierda del mismo arco hay una imagen muy restaurada de Santa Marina, obedeciendo a la misma iconografía del lienzo colgado en la nave de la epístola.
Este espacio carece de retablo mayor, ya que fue destruido en un incendio provocado en 1936. En su lugar hoy se dispone parte de una sillería de coro del siglo XVII procedente del convento de San Agustín.
Nave del Evangelio
La Capilla de los Benavides ocupa el ábside de la nave del Evangelio. Fue patrocinada por el capitán de Infantería Alonso de Benavides como enterramiento familiar, cuyos escudos decoran la parte superior. A este espacio también se le conoce como la Capilla del Resucitado, ya que alberga las imágenes procesionales de esta Cofradía. Su retablo es el único de la parroquia que ha permanecido en el lugar para el que fue encargado, además del que preside la Capilla del Sagrario.
En 1632 comenzó la obra que alteraría su estética medieval, sustituyendo la bóveda gótica por otra barroca de medio cañón terminada en cuarto de esfera.
La estancia alberga el retablo de Nuestra Señora del Rosario, realizado por Sebastián Vidal entre 1635 y 1643 siguiendo las directrices testamentarias del capitán Benavides. Es de planta ochavada, con un cuerpo y remate, adaptando una ventana en el frontón. Presenta dos pinturas de Antonio del Castillo realizadas hacia 1640: San Francisco de Asís y San Juan Bautista. Este último, como es característico en el pintor, dirige su mirada al espectador para implicarlo en la escena.
Aquí pueden verse también tres imágenes procesionales modernas: el Resucitado, el Ángel que lo acompaña, y la bellísima Virgen de la Alegría, ambas titulares de la Cofradía conocida popularmente como “la del Resucitado”, que pasea por las calles la festiva procesión del Domingo de Resurrección de la Semana Santa cordobesa.
En el muro de la izquierda aparece la única pintura mural del templo, la Virgen de la leche, a la que se ha superpuesto un marco pintado. Es una obra del siglo XVI, en la que aparecen ángeles y un donante en la parte inferior. Su estética se encuentra a caballo entre la tradición medieval de raíz flamenca y el renacimiento temprano.
Frente a ella, a la derecha, se encuentra el lienzo de La Sagrada Familia, realizado en 1882 por Rodríguez Losada. Está en la órbita de las creaciones idealistas y simbólicas propias del siglo XIX, rompiendo con la tradición barroca que apela al sentimiento más emotivo, y ofreciendo una original iconografía en la que María se arrodilla ante el Niño.
Accediendo ya a la nave del evangelio, comprobará que, como la nave de la epístola, se estrecha a los pies. Aquí se ubica el lienzo de San Rafael, gemelo del que vimos en la nave de la epístola.
Junto a unos arcosolios funerarios, bajo un lienzo del siglo XVII de San José con el Niño, se abre la barroca Capilla del Sagrario, que obedece a un completo programa iconográfico revelador de la tradición cristiana del pueblo de Córdoba.
Esta capilla custodia el Pan Consagrado que contiene el cuerpo real de Cristo; de ahí el esmerado interés por cuidar la belleza del recinto.
La exaltación de la Eucaristía es patente desde los inicios del cristianismo. Pero el siglo XVI en Córdoba es testigo de una revitalización de la labor que comenzaron los franciscanos en Italia, con el florecimiento de las hermandades y cofradías del Santísimo Sacramento. Las llamadas Cofradías de la Sangre se expandirán entre los fieles con gran entusiasmo como símbolo diferenciador frente a la presión del protestantismo. El empuje experimentado por estas Cofradías redundó en beneficio de espacios dedicados a la Eucaristía, como este tipo de Capillas que crecían al compás de la devoción al Santísimo Sacramento.
Esta capilla tiene planta cuadrangular y está cubierta por una cúpula semiesférica sobre pechinas, bellamente ornamentada con yeserías barrocas de motivos eucarísticos como espigas de trigo o racimos de uvas, y otros pasionistas agrupados dos a dos, como la cruz y el cáliz, la escalera y la lanza o la columna y el azote. Las pechinas que sostienen la cúpula representan los cuatro evangelistas con sus símbolos. Enfrente están San Juan con el águila y San Mateo con el ángel. En el lado opuesto se ubican San Marcos con el león y San Lucas con el toro.
Centrándonos en el retablo del siglo XVII, pertenece al tipo de tradición italiana en el que se diseña la arquitectura retablística al servicio de la pintura. Así, el propio retablo se convierte en marco del gran lienzo barroco que representa la Última Cena de Jesús con sus discípulos. La pintura copia otra de Fray Juan del Santísimo Sacramento de la iglesia de San Cayetano, quien a su vez toma de modelo una obra de Rubens.
El único cuerpo del retablo se alza sobre un pedestal que tiene labrado un pelícano hiriéndose el pecho. Se trata de un símbolo cristológico que apela al mito del pelícano que se hiere en su cuerpo para alimentar con su sangre a las crías, relacionándolo con Cristo, que muere en la Cruz para proporcionar vida al hombre.
El Sagrario barroco va flanqueado por dos tablas de finales del siglo XVI de estética manierista que representan dos parejas de santos. A la derecha están San Juan Bautista y Santa Bárbara, portando él el cordero y ella la torre en la que su padre la encerró para matarla después por no renunciar a su fe cristiana. Al lado izquierdo está Santa Inés acompañada por una cordera blanca, y San Juan Evangelista, que seidentifica por el cáliz envenenado del que escapa el veneno en forma de dragón expulsado por la señal de la Cruz.
El remate en forma de arco de medio punto presenta un relieve simbólico de la Eucaristía, consistente en un corazón que vierte gotas de sangre en un cáliz. Lo enmarcan esculturas sedentes de las virtudes teologales. La Fe se muestra arriba con la Cruz, el Cáliz y los ojos vendados. A la derecha, la Esperanza portaba un ancla ya desaparecida, y al otro lado la Caridad, con un niño en el regazo.
A ambos lados del retablo, dos esculturas de San Acisclo y Santa Victoria, los mártires patronos de la ciudad,muestran los instrumentos de su martirio: las flechas y la espada, así como la palma que los identifica como mártires. Pueden fecharse en el segundo tercio del siglo XVIII.
De este siglo son el resto de los lienzos que encontramos en la Capilla, posiblemente bocetos para composiciones más amplias. En el muro de la izquierda están la Anunciación y La Presentación en el Templo. En el de la derecha la Epifanía y la Adoración de los pastores. Por último, junto a la salida, destacan dos lienzos italianizantes de la misma fecha y mayor calidad: el Cristo yacente y el Descanso en la huida a Egipto.
Pasando el acceso a la Capilla se encuentra El altar de San José.Está realizado en la segunda mitad del siglo XVIII en madera dorada y policromada, y acoge una talla cordobesa de San José de hacia 1730. Existe la hipótesis de que la imagen se realizase para completar un Belen navideño junto a la Virgen de la Luz. De hecho, aún se le da este uso en la parroquia.
Junto a este retablo se muestra un lienzo de Cristo camino del Calvario, copia del siglo XVII de un original de Rafael conservado en el Museo del Prado. Y si sigue avanzando en el muro de la nave, contemplará una Inmaculada del Setecientos de estética madrileña.
Sitúese en el último retablo de la nave. Lo centra una imagen de San Roque, un santo muy popular en época barroca por considerársele protector contra la peste. Su hagiografía recoge la historia del huérfano que repartió la fortuna familiar para dedicarse a asistir a los enfermos de peste. Cuando él mismo enfermó, se retiró a morir a un bosque para no contagiar a nadie, pero el relato asegura que apareció un ángel que le curó las heridas y un perro que le traía pan cada día. Ambos se han representado a los pies del santo.
A continuación se puede ver un lienzo atribuido a Cristóbal Vela Cobos. Representa a Santa Inés coronada por dos “putti”, es decir, niños angelotes, mientras otros dos sostienen filacterias con alabanzas. En el paisaje de arquitecturas clásicas se representan escenas de su martirio: a la derecha cuando fue arrojada al fuego y salió ilesa, y a la izquierda cuando finalmente fue decapitada. A sus pies, la acompaña la cordera blanca, como símbolo de pureza y también en recuerdo de la tradición que narra la aparición de Inés a sus padres ocho días después de morir, llevando un cordero.
Los últimos lienzos son la Dolorosa de la Caridad, del siglo XVIII, y una Adoración de los Magos de finales del siglo XVII, copia de Rubens.