Viaje apostólico del Santo Padre a Portugal

El Sr. Obispo, sacerdotes de la Diócesis y cientos de fieles de Córdoba han acompañado al Papa Benedicto XVI en su viaje apostólico a Fátima en el 10º aniversario de la Beatificación de Jacinta y Francisco, los pastorcillos de Fátima.

papaEn la solemnidad de la Virgen de Fátima, Benedicto XVI celebró en la mañana del día 13 la Santa Misa en la explanada del Santuario de Nuestra Señora de Fátima. Medio millón de fieles acompañaron al Santo Padre en esta festividad especial de Fátima, en la que el Papa ha rendido un especial homenaje a nuestra Madre bendita que nos ofrece el Amor de Dios que arde en el suyo, frente a una “familia humana dispuesta a sacrificar sus lazos más sagrados en el altar de los mezquinos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo”.
Benedicto XVI comenzó la homilía recordando que venía con devoción a Fátima para postrarse a los pies de la Virgen: “He venido a Fátima para gozar de la presencia de María y de su protección materna. He venido a Fátima, porque hoy converge hacia este lugar la Iglesia peregrina, querida por su Hijo como instrumento de evangelización y sacramento de salvación. He venido a Fátima a rezar, con María y con tantos peregrinos, por nuestra humanidad afligida por tantas miserias y sufrimientos”.
Dirigiéndose a la multitud de personas presentes en el santuario mariano y a cuantos estaban unidos a ellos a través de los medios de comunicación, el Santo Padre señaló que “Dios tiene el poder de llegar a todos” y, también, “el poder de inflamar los corazones más fríos y tristes”. “Nuestra esperanza tiene un fundamento real; se basa en un acontecimiento que se sitúa en la historia a la vez que la supera: es Jesús de Nazaret”. “¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!”. “La fe en Dios abre al hombre un horizonte de una esperanza firme que no defrauda; indica un sólido fundamento sobre el cual apoyar, sin miedos, la propia vida; pide el abandono, lleno de confianza, en las manos del Amor que sostiene el mundo”.
Benedicto XVI recordando de nuevo a la vida de los tres pastorcillos de Fátima, mostró cómo su cercanía a Dios fructificó en una vida ejemplar, más fraterna, más dichosa y comunitaria: “Hicieron de su vida una ofrenda a Dios y un compartir con los otros el amor de Dios”. “La Virgen los ayudó a abrir el corazón a la universalidad del amor. En particular, la beata Jacinta se mostraba incansable en su generosidad con los pobres y en el sacrificio por la conversión de los pecadores. Sólo con este amor fraterno y generoso lograremos edificar la civilización del Amor y de la Paz”.
Después de la solemne Misa, el Santo Padre dirigió unas palabras de aliento y esperanza a los a los enfermos, indicando que ellos tienen “un gran valor para Dios” y que podrán superar la sensación de la inutilidad del sufrimiento que consume interiormente a las personas y las hace sentirse un peso para los otros, cuando vivan con Jesús, el sufrimiento, que sirve para la salvación de los hermanos.
Al final de la ceremonia, Benedicto XVI saludó en distintas lenguas.

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