Rafa Cantos: una fe que no se detuvo por la enfermedad

La noche del 21 de noviembre falleció Rafael Cantos, un joven de la Diócesis de Córdoba que ha dado un testimonio de vida y de superación desde muy pequeño. Su partida ha causado un hondo pesar entre quienes le conocieron, pero todos celebran la certeza de que Rafa ya está en la casa del Padre

 

Foto Facebook Rafael Cantos

Personas cercanas a él recuerdan su cercanía como testigo de un corazón lleno de Dios.  Aseguran que “era un muchacho lleno de alegría y cada vez que hablabas con él sus palabras eran siempre de fe. Siempre se interesaba por preguntarte cómo iba tu vida y te daba aliento cuando le comentabas algún problema”. Era un muchacho sencillo y muy inteligente que será recordado por su educación y alegría que “nunca tuvo un mal gesto con nadie”.

Rafael fue diagnosticado de leucemia a los 22 meses y superó esta enfermedad, aunque una infección de hongos le produjo una ceguera casi total. Nada le impidió seguir adelante, y con ayuda de su familia y de la ONCE, aprendió a usar el bastón para moverse, primero por su casa, luego por el colegio y luego en la ciudad "me gusta ser lo más independiente posible", aseguraba Rafael.

Aprendió el braille en apenas tres meses y quiso entender los entresijos de los sistemas informáticos que le apasionaban, y por ello entró en la facultad de ingeniería. Consiguió, combinando esfuerzo y talento, concluir los tres años de la Ingeniería Técnica con calificaciones de matrícula de honor. Y no solo eso, sino que alcanzó a ser ingeniero superior en Informática e incluso hizo un master.

Su fe no ha dejaba indiferente. David Reyes, sacerdote y amigo cercano, dice que “era un hombre de oración diaria y participaba de la Eucaristía incluso entre semana”. Jesús Cabello, que coincidió con él cuando ambos recibían el tratamiento de quimioterapia, publicaba en sus redes sociales: “Me hubiera gustado ver por un agujerito cómo era su oración y cómo sentía la inconfundible voz de Jesús que le respondía. No cabe otra: estaba conectado con el Cielo de forma singular. Tenía el hardware con golpes y heridas, pero el software era el mejor que puede haber.”

Mucha gente ha expresado sus sentimientos con mensajes de cariño hacia Rafael. Una amiga cercana, al enterarse del fallecimiento, lo primero que hizo fue ir a la parroquia de la Consolación, ante el Santísimo, a “dar gracias por la vida de Rafael”. Jesús Cabello nos cuenta que espera, cuando llegue el final de su viaje, encontrarse con gente que quiere, y que allí estará también Rafa, sonriente y sin el aspecto marchito de secuelas pasadas. Distinto, pero no cabrá duda de quién es. Y estará pletórico y triunfante y con una mochila bien cargada de buenas obras, todas discretas y auténticas como semillas de mostaza.

 

Rafael Cantos Villanueva mi amigo, mi paciente

 

Habitualmente son los pacientes los que en algunas ocasiones agradecen nuestra labor, cosa que nos hace mucha ilusión. En este caso, se invierten los términos y soy yo el que quiere darle las gracias a mi paciente.

Hace unas horas que nos dejaste querido Rafa y me cuesta asumir que ya no estás aquí. Te conocí hace 22 años, cuando debutó tu diabetes, de manera muy atípica por cierto. Quedamos en tu casa y cuando le pedí a tu madre que me comentara algún antecedente médico tuyo apareció con cuatro archivadores gigantes de informes clínicos. Pensé que era el historial sanitario de varias generaciones de tu familia, pero no. Un trasplante de médula ósea realizado in extremis en la infancia con todas las complicaciones habidas y por haber era la causa de tal volumen de información.

Tragué saliva y esa misma tarde, al ir escuchando todo lo que habías sufrido en tu corta existencia y cómo estabas sonriéndole y guiñándole a la vida a pesar de las dificultades, empecé a admirarte.

Y a partir de entonces, empezamos juntos un viaje médico con muchas curvas, con muchos desniveles y sobresaltos, con muchas preocupaciones. Después de la diabetes falló el coraxón. Una insuficiencia cardiaca aguda con pésimo pronóstico, con varias paradas cardiacas, pero la superaste. Años después, con síntomas muy anodinos, fracasan tus riñones, pero te vuelves a levantar. Ya en este último año se complican el hígado, el sistema nervioso hasta la hemorragia digestiva y el fallo de múltiples órganos que ha detenido hoy tu vida.

Te doy las gracias Rafa porque apareciste en mi camino y te pusiste en mis manos confiando plenamente en mí. He aprendido mucho de ti. Me has enseñado infinidad de cosas y regalado verdaderas maravillas en todo este tiempo querido amigo.

Para mí has sido un ejemplo de superación, un ejemplo de vida. Nunca te rebelaste contra tus múltiples complicaciones. Nunca has rechazado un tratamiento o prueba por muy agresivos que fueran. Nunca te he visto desesperado, desesperanzado ante cada nuevo diagnóstico que se iba añadiendo a tu amplio historial médico. Nunca has tirado la toalla y siempre has luchado. Y no sólo en la enfermedad, sino en la vida. Con tus limitaciones visuales fuiste Ingeniero Superior en Informática y máster en Sistemas Inteligentes y pudiste trabajar en todos tus proyectos de adaptar lenguajes informáticos (no sé si se expresa así, pero tú sabes lo que yo quiero decir) a personas con discapacidades físicas. O cuando se te ocurrían tus viajes y “aventuras”. Como buen paciente, siempre me los comentabas. Ahora puedo contarte que en alguna ocasión, cuando entrabais a la consulta, tu madre se ponía detrás tuya y empezaba a mover sus brazos como diciendo “dile que no”. “Anda cuéntale qué tienes en mente, decía ella…” Y ya me contabas tu idea de viajar al extranjero, salir de nazareno, irte de acampada… Y claro que no podía decirte que no. Cómo iba a hacer eso aunque yo estuviese realmente preocupado porque pudiera pasarte algo. Pero se realizaron y gracias a Dios, no ocurrió nada. Gracias por compartir todas esas ilusiones conmigo. Rafa, gracias por tu admirable fe, por enseñarme a vivir y valorar las pequeñas cosas de la vida. Era sencillo. Si Rafa no se queja con todo lo que tiene, qué derecho tengo yo a hacerlo por una simpleza. Siempre me acompaña la Cruz que me regalaste y a la que tú te abrazaste toda tu vida con tanta fuerza. Siempre feliz. Siempre vital.

Gracias a ti he tenido la suerte de conocer a tu maravillosa y encantadora familia y sé que seguiremos en contacto siempre.

Has sido un paciente admirable, mi preferido sin duda, y por el que más he tenido que estudiar hasta el momento aunque no me lo has puesto nada fácil, jejeje. Ya hasta nos reíamos con eso… “Rafa, ¿tú es que no puedes tener los síntomas que suele tener todo el mundo?” “A ver si me lo pones más fácil, hombre…”. Y tú mismo me respondías con tu sonrisa especial y cierta ironía: “Te recuerdo que soy un enfermo muy atípico”.

Gracias por avisarme horas antes de irte para siempre y permitirme estar contigo, con tu padre y hermanas. He intentado explicarte por qué no se podía evacuar la ascitis en las circunstancias en las que estabas. Sé que me has oído. Y sé también que te he convencido. Por cierto, tu glucemia ¡muy bien controlada!…

Doy las gracias también a los diferentes especialistas del hospital y al personal de enfermería y auxiliar que te han tratado Rafa. Sé que a todos os ha tocado el alma mi paciente y lo habéis hecho maravillosamente con él y su familia. Gracias.

Te voy a echar mucho de menos, no sabes cuánto. Sé que ya estás feliz. Imagino que te ha recibido tu madre con los brazos abiertos, como loca, saltándose todo el “protocolo celestial” y ya gozas de una vida plena, sin ninguna enfermedad, sin ninguna limitación. Y ahora, querido Rafa, te toca a ti cuidar de tu familia y, si puedes, acuérdate también de mí. “No me vayas a enviar pacientes tan complicados que te conozco” (es broma). Ayúdame a seguir viendo en el paciente un ser que sufre, sin olvidarme de sus familiares y … Descansa en Paz, mi querido amigo.

Alfonso Calañas Continente

21 de noviembre de 2020

COMPARTIR EN REDES SOCIALES