¡Estad siempre alegres!

Nuevo artículo de la sección "Al trasluz" del sacerdote y periodista Antonio Gil

El tiempo de Pascua es, fundamentalmente, un tiempo de alegría. Celebramos la resurrección del Señor y recordamos su encuentro con aquellas mujeres, a las que les dice: “Alegraos”. Y ellas pasan del miedo, a la alegría y de la alegría, a la fe. Las antiguas fórmulas de la misa decían así: “Me acercaré al altar de Dios”, y se respondía: “Al Dios que es la alegría de mi juventud”. Dios es la alegría no sólo de la juventud, lo es también de la niñez, de los adultos y de los ancianos. Al Él debemos acercarnos con fe en este tiempo de Pascua y pedirle que, en cada momento de nuestra vida, seamos testigos de la alegría del Resucitado. San Juan Bosco lo proclamó hermosamente con estas palabras: “Al Señor le agrada que le sirvan con gusto, porque, haciéndolo con alegría y de corazón, se ama más a Dios”. Unos matrimonios pidieron a la Madre Teresa de Calcuta que les diera un consejo: Ella dijo: “Es muy sencillo y muy importante: Sonrían siempre”. Sonreír siempre, en todo momento y circunstancia. “Una sonrisa, nos ha dicho el papa Francisco, es un buen comienzo para la paz”.

San Pablo pedirá a los filipenses la virtud de la alegría: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, ¡estad alegres! El Señor está cerca”. Y el libro de los Proverbios afirma con claridad: “El que en su corazón tiene la alegría vive una continua fiesta”. El tiempo de Pascua es un tiempo de vivencias gozosas, porque la resurrección de Jesús lo inunda todo de alegría. En esta hora de pesadumbres y tristezas, la alegría de los cristianos se convierte en bandera de esperanza.

 

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