Domingo de la Resurrección del Señor

Una reflexión de la mano del delegado diocesano para el Clero, Gaspar Bustos

“Cristo ha resucitado”, no fue sólo un grito de triunfo sino también una llamada a vivir de cara a Dios, llenos de esperanza. Su resurrección es la garantía de su mensaje y de su vida. San Pablo dice: “si Cristo ha resucitado también nosotros resucitaremos con Él”. El corazón nos habla de vida; todo ser humano quiere vivir y tiene horror a la muerte. Lo más profundo de nuestro ser nos grita sin palabras: “quiero vivir”. Más aún, quiero vivir siempre y vivir feliz. El problema se nos plantea cuando constatamos que todos morimos. ¿Es que Dios se burla de nosotros? No. Dios es el Padre bueno que nos pone el deseo de vivir y de vivir felices para siempre, pero no en esta vida terrena. Aunque ese era su proyecto, el pecado, la ruptura con Dios, hecha por Adán, hizo que se rompiera el plan del Señor. Pero Dios, que es Padre, se compadece de nosotros y nos manda, nada menos que a su propio Hijo que, muriendo en vez de nosotros, nos lleva a recobrar la Vida Eterna, Vida feliz con Dios en el Cielo. Por tanto, nuestra Esperanza es segura. Cristo ha muerto por nosotros, ha pagado la deuda de todos, y por eso podemos, si queremos, recobrar la felicidad eterna con Dios, en el Cielo. Celebramos, pues, la resurrección de Cristo y con Él también la nuestra. Que vivamos siempre unidos a Dios. Si quitamos a Dios de nuestra vida y no seguimos unidos a Él, perdemos la herencia. Como si fuéramos esclavos de este mundo, Jesucristo, muriendo en la Cruz, nos ha comprado con su Sangre. Y hemos alcanzado la posibilidad del Cielo. San Pablo nos dice: “si habéis resucitado con Cristo, buscad y amad las cosas del Cielo, donde está Cristo”, que es nuestra Felicidad.

 

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