Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Una reflexión de la mano del delegado diocesano para el Clero, Gaspar Bustos

La Liturgia de este día nos hace vivir dos sentimientos contrapuestos. El primero nos lleva a proclamar la Realeza de Cristo, en tono glorioso. El segundo, dentro de la misma celebración, nos conduce, con toda su crudeza, a vivir la lectura de la Pasión y Muerte de Jesús. Se da como un paso muy brusco de las exclamaciones triunfantes a Jesús Rey, a las lágrimas y lamentos ante su Pasión y Muerte. Luego, durante la semana, iremos volviendo a vivir de nuevo, paso a paso, cada uno de estos momentos, para quedarnos al final con el Aleluya celestial y glorioso para siempre. Tienen estas celebraciones gran despliegue popular. Nuestras calles se van llenando de escenas que ponen muy al vivo los diversos acontecimientos, siendo lo más sustancial las celebraciones litúrgicas realizadas en el silencio y recogimiento de los templos; sin embargo, las calles se llevan la palma de la apoteosis. Las Hermandades, diversas y en gran número, con sus artísticos Pasos y sus exuberantes adornos, nos hacen vivir, moviendo la sensibilidad (muy útil también en la vida religiosa), los Misterios más relevantes de nuestra fe. El Domingo de Ramos, con la llamada Procesión de la Borriquita, nos inserta, entusiasmados, en el movimiento popular de la Semana. Los mayores nos unimos también a ese momento. En realidad, donde más Reina Jesucristo es en el alma de los niños. Sobre todo, en los que han recibido el Bautismo. Se trata de una religiosidad popular que la Iglesia permite y alaba, y que en este día hace resplandecer de alegría, sobre todo, el corazón de los niños. Desde ese día nos apremia la celebración de los misterios de nuestra salvación. Los Pasos que desfilan son objeto de admiración para el turista, de devoción para los que miran con fe y de una presencia de “algo” sucedido hace más de dos mil años largos y que constituye el centro de la experiencia religiosa de los cristianos. Un Hombre maltratado, azotado y crucificado toca el corazón... y una Madre llorosa, ante el dolor del Hijo, arranca lágrimas. ¿Se trata de arte, de turismo? Bien... que sepamos, nunca la religiosidad ha estado reñida ni con el arte (muy al contrario), ni con el turismo. Se favorecen el uno al otro. ¿Que evangelizan poco? Bueno, conviene ser realistas; más de uno, después de contemplar a Cristo Crucificado, se busca un confesionario... Además, con palabras del Papa Benedicto XVI, “los signos crean cultura”. Nos quejamos de que hay poca cultura religiosa..., ¿no tendrán parte de culpa quienes eliminan todo tipo de signo religioso? Incluso hay quienes precisamente por eso luchan por eliminar los signos religiosos.

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