“Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia”. Oración por la unidad de los cristianos

La semana de oración por la unidad de los cristianos viene año tras año del 18 al 25 de enero. La fecha está señalada porque el 25 de enero celebramos la conversión de San Pablo, apóstol y misionero de los gentiles. Y en el camino hacia la unidad, la actitud fundamental ha de ser la conversión al Señor, movidos por el amor de Cristo que se prolonga en su Iglesia.

La unidad de los cristianos no será fruto de ningún consenso entre las partes, en el que unos ceden por un lado y otros por el otro, sino fruto de un mayor acercamiento a Jesucristo que nos ha convocado en su Iglesia y nos ha confiado a todos los cristianos la misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes. El punto de referencia de la unidad es, por tanto, Jesucristo. Y el lugar de esa unidad será su santa Iglesia. El camino hacia la unidad incluye un acercamiento al Señor, en respuesta a lo mucho que él nos ha dado a cada uno, porque la división ha surgido o se acentúa cuando cada uno se aferra a lo suyo (aún siendo verdadero) para excluir a los demás de su corazón (lo cual ya no es bueno).

“El amor de Cristo nos apremia” (2Co 5,14), en palabras de apóstol Pablo. Se trata de un amor inclusivo, que no rechaza a nadie, sino que abraza a todos. Un amor que respeta el ritmo de cada uno, movido por el Espíritu y en respuesta a ese impulso vivificador. Un amor que urge, pues el bien no admite demora. Pero se trata de una urgencia personal de respuesta a la gracia recibida y que os conduce a amar más y mejor.

A lo largo del año que ha pasado no deja de haber acontecimientos que señalan hitos hacia la unidad: en febrero se encontraron papa Francisco y patriarca Cirilo de Moscú en La Habana. En abril Bartolomé y Francisco fueron juntos a la isla de Lesbos para interesarse por los refugiados. En junio, el viaje de Francisco a Armenia, y en septiembre el viaje a Georgia constituyen pasos importantes en la comunicación mutua y la comunión espiritual en el Señor. Un acontecimiento de singular importancia ha sido el “Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa” en Creta durante el mes de junio. Además de las sesiones de trabajo que los teólogos de distintas confesiones mantienen entre sí en un verdadero diálogo que profundiza los puntos comunes para ser ampliados y las divergencias para ser superadas.

Todo este camino hacia la unidad de los cristianos tiene que ir regado con mucha oración y penitencia. Pues la unidad de los cristianos en una sola Iglesia, con todos los sacramentos, en unidad de fe y bajo la autoridad del Sucesor de Pedro, ha de ser un don de Dios implorado insistentemente. La insistencia no para recordarle a Dios algo que pueda habérsele olvidado, cosa imposible, sino porque al pedirlo con insistencia preparamos nuestros corazones para recibir ese gran don en el tiempo y en la forma que Dios tiene previstos. Dios cuenta, además, con que se lo pidamos para concedérnoslo.

Intensifiquemos, por tanto, en estos días la oración por la unidad de los cristianos, tal como nos enseñó el Señor: “Padre santo, que sean uno, como tú y yo somos uno… para que el mundo crea” (Jn 17,21). Aquellos dones de Dios que ya hemos recibido, procuremos vivirlos con mayor intensidad: la Palabra de Dios, la Eucaristía y demás sacramentos, el testimonio de la caridad fraterna a todos los niveles. Todo eso va construyendo la unidad de la Iglesia, y esa unidad tiene un reflejo inmediato en la evangelización de nuestro mundo: “…para que el mundo crea”.

Semana de oración por la unidad de los cristianos, abrimos nuestros brazos a todos los hermanos que por el mismo bautismo formamos un solo Cuerpo para un abrazo fraterno sincero y lleno de esperanza. Y nos dejamos impulsar por el amor de Cristo, que nos apremia a vivir unidos. María es la única madre de todos, y a una madre lo que más le gusta es ver a sus hijos unidos. Ella nos alcance el don de la unidad en la Iglesia.

 

Recibid mi afecto y mi bendición:

 

 

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

 

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