Como lo prometido es deuda, volvemos hoy sobre nuestros pasos para visitar esta espléndida capilla, que es la perla del costado occidental de nuestra Catedral.
Esta capilla, dedicada a la Purísima Concepción de la Virgen María, fundada por el obispo fray Alonso de Medina y Salizanes (1675-1685) en función de mausoleo episcopal […] será también exponente de la devoción de sus familiares a este misterio. Comenzado el proyecto en 1679, pudo celebrarse su inauguración el 2 de diciembre de 1682. Una inscripción bajo la cúpula que precede a la capilla recuerda a este obispo y al año en que se concluyó. Su construcción afectó al muro de fachada.
El hecho de que se dedicara la Capilla a este Misterio de la Virgen María no acaeció por azar. El obispo Salizanes pertenecía a la Orden de los Frailes Menores, y los franciscanos, como es sabido, han sido siempre defensores de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, desde el beato Juan Duns Escoto [1266-1308]. La misma actitud mantuvo siempre España, también desde la Edad Media, destacándose como adalid y valedora de la fe en este privilegio mariano. Por ello, el papa Clemente XIII, en 1760, por medio de la bula Quantum ornamenti, declaró a la Purísima Concepción como Patrona de España.
El recinto se compone de la capilla propiamente dicha y, según la terminología coetánea, de la antecapilla. Se accede a esta por un gran arco en piedra ornado con puntas de diamante que obligó a suprimir dos arcos y una columna de la antigua mezquita de Abd al-Rahman I. La antecapilla se cubre con una media naranja adornada con pinturas atribuidas a Juan de Alfaro en la que se representa una gloria presidida por el Espíritu santo en torno al cual se mueven angelitos que sostienen en sus manos los símbolos marianos.
Entre ellos, dos ángeles portan la corona de oro -con el cetro-, que simboliza la realeza de María, junto a la guirnalda de rosas blancas, que representa a la Virgen esposa. La escena está situada exactamente sobre la imagen escultórica de María coronada, que culmina la portada de la capilla. De este modo, se sintetizan, en un solo golpe de vista, estas prerrogativas de la Madre de Dios.
En realidad, el vestíbulo de la capilla hace las veces de gran lucernario. Hoy, con la presencia de la luz eléctrica, no advertimos la importancia que la luz natural tenía en los siglos pasados. Ciertamente, nuestra Catedral es ejemplo, en muchas ocasiones, del inteligente uso de esta iluminación. Aquí, los paramentos laterales presentan tres ventanas ovales, mientras que el frontero a la portada, orientado al Este, está casi completamente horadado por grandes ventanales, que quedan ocultos. Podemos así contemplar cómo la luz entra a raudales, especialmente por la mañana, estableciendo un foco de luz que subraya, en medio de la penumbra de las naves musulmanas, la presencia del lugar distinguido. Esta circunstancia responde al deseo de destacar la Capilla de la Purísima.
Se abre con portada de mármol rojo de Cabra y arco de medio punto, y sobre ella una imagen en piedra de la Concepción coronada. Se cierra con una reja con montante semicircular de barrotaje radial tupiendo el arco. Está firmada en el cerrojo por Pedro de León en 1682 y fue hecha en Córdoba. Su interior es de una gran riqueza, destacando la cúpula con decoración radial que descansa sobre un potente arquitrabe.
Bajo éste, las cuatro pechinas están decoradas con relieves, que representan la fuente sellada –con el anagrama del Ave Maria encima-, el huerto cerrado –hortus conclusus, con una palmera y dos cipreses-, la escalera de Jacob –Scala coeli- y, por último, el pozo de sabiduría, todos ellos alegorías de la Santísima Virgen.
El retablo es también obra de Melchor de Aguirre, con quien se firmó contrato en 4 de octubre de 1680. Las imágenes de la Purísima Concepción, San José y Santa Ana son del escultor Pedro de Mena.
Verdaderamente, las imágenes de Mena son espléndidas. Santa Ana, la madre de María, porta un libro con la inscripción mulierem fortem quis inveniet procul… [Prov 31, 10]. San José, por su parte, es un joven barbado que lleva en brazos a Jesús. -Es frecuente en la iconografía representar a San José como un anciano. Ello es debido a algunos textos apócrifos, que afirman, como La Historia de José el Carpintero, XIV, que tenía 90 años al desposar a María. Pero la tradición más antigua lo representa joven, como ocurre en los mosaicos del arco triunfal de la basílica romana de Santa María la Mayor, del siglo V, primera aparición en el Arte del esposo de María-. Además, varios angelitos rodean a la Purísima, -uno de ellos, graciosamente, introduce un dedo en su boca-. Finalmente, en los paramentos laterales, encuadradas en dos hornacinas adinteladas, las figuras orantes del obispo fundador y de San Ildefonso, obispo de Toledo.
Terminemos recordando las palabras de la bula Ineffabilis Deus, por la cual el Beato Papa Pío IX declaró el dogma de la Purísima Concepción de la Virgen María, el 8 de diciembre de 1854 [nº 18]: ... Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia. Lo que el Papa definió de forma solemne en 1854 ya era creído y defendido por la Iglesia Católica desde hacía siglos. Y el Arte, en nuestra Catedral, como nos confirma esta magnífica capilla, ya expresaba en el siglo XVII la fe de la Iglesia cordobesa en la Purísima Concepción de María, aquella a quien el Arcángel Gabriel saludó como la Llena de Gracia.
Texto: Jesús Daniel Alonso
Citas: Manuel Nieto (La Catedral de Córdoba)