Un gozo inmenso, gloria a Dios

"En la memoria histórica de estos acontecimientos martiriales, los verdugos sólo nos interesan para perdonarlos", así se expresa el Obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, en el prólogo de "Testigos de Cristo", obra de Miguel Varona Villar, director del Secretariado diocesano para las Causas de los Santos

 

 

Por monseñor Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba 

Estas páginas recogen una de las gestas más dolorosas y gloriosas de nuestra diócesis de Córdoba en toda su historia. Cuando leemos despacio la historia de cada una de las personas que aquí son presentadas como mártires de Cristo, por un lado se encoge el alma al constatar tantas atrocidades. Se me han saltado las lágrimas varias veces al leer la Positio que queda muy resumida en estas páginas. Cómo es capaz el corazón humano de tanta maldad. Se trata de un acoso demoníaco, donde el odio a la fe ha llevado al exterminio de miles y miles de personas, y en este caso a 127 personas, cuya dignidad ha sido tirada por los suelos y pisoteada.

Pero por otra parte, el trato con estas personas mártires a través de la lectura de sus testigos produce un gozo inmenso, un gozo sin medida. Al repasar las páginas de este catálogo de santos, os invito a participar de este gozo grande, que servirá de estímulo para nuestra vida cristiana y se convierte en un signo histórico grandioso de esta diócesis, sembrada por la sangre de los mártires de distintas épocas y que son semilla de nuevos cristianos.

En la memoria histórica de estos acontecimientos martiriales, los verdugos sólo nos interesan para perdonarlos. Así nos lo enseña nuestro Señor Jesucristo, y así lo han cumplido estos mártires. La revolución del amor que Cristo ha sembrado en la tierra y que ha llegado hasta nuestros corazones convierte las atrocidades en testimonio de amor, de perdón, de concordia. Jesucristo, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, ha cargado con nuestros crímenes y con nuestros pecados, reciclando en la Cruz todo ese odio y convirtiéndolo en amor. Su testimonio y su evangelio han transformado la historia, porque constituyen la única revolución que cambiará el mundo, la revolución del amor.

Eso es lo que celebra la Iglesia cuando eleva a los altares a los mártires. Es lo que celebra Córdoba con la beatificación de estos 127 mártires, que vienen a sumarse a los 32 ya beatificados en anteriores ocasiones desde distintas instancias. Y no están todos. Sólo se han recogido aquellos de los que tenemos testimonios históricos comprobados y quedan en el corazón profundo de la Iglesia otros muchos más, que se convierten en linfa vital de esta madre fecunda.

Este grupo de 127 mártires viene a sumarse a otros varios grupos y personas -y van más de dos mil en toda España- de los casi diez mil que dieron testimonio de amor a Cristo y de perdón a los enemigos que los martirizaron. En este grupo hay 79 sacerdotes diocesanos, 5 seminaristas aspirantes al sacerdocio, 4 religiosos (3 franciscanos y 1 mujer, Hija del Patrocinio de María), 39 fieles laicos, casados, viudos y solteros (entre ellos dos matrimonios), con edades desde los 15 años hasta los 88.

Su memoria no nos conduce a ninguna revancha ni suscita ningún odio. Varios de ellos han dejado testimonio escrito de su invitación a superar cualquier reacción de este tipo, que no sería cristiana. D. Juan Elías Medina, Párroco de Castro del Río, escribe a su madre:

Madre: cuando esto escribo me parece se está firmando mi sentencia de muerte; sin embargo, escribo con letra firme. Dios le dé fuerza para recibir esta noticia. Es una alegría poder ofrecer un hijo a Dios, y si Él quiere, usted lo va a ofrecer. Como espero nos veamos en el cielo, rece usted muchas veces el “Señor mío Jesucristo”, y si puede, confiésese bien y así viviremos juntos en la Gloria. Dígale a las personas que pregunten por mí, que recen mucho por mi alma, que mucho lo necesitará. A mis hermanos que sean buenos y no la dejen, y sobre todo, piense usted que su hijo muere contento y en esta hora más que nunca. La quiere, su hijo, Juan”.

Y Francisco Herruzo Ibáñez, un fiel laico de 42 años, natural de Obejo, viudo y padre de familia, escribe desde la cárcel a su hijo de 18 años:

Te ruego encarecidamente que nunca tomes venganza sobre mis enemigos. ¡Perdónalos! Y Dios te lo premiará. Como ves, en la primera línea, hay unas letras que se han corrido la tinta. No he podido evitar que una lágrima cayera de mis ojos al pensar en ti. Un abrazo muy fuerte. Hasta que por la misericordia de Dios podamos vernos en el cielo”.

La glorificación de este grupo de mártires tiene como objetivo la gloria de Dios, que ha dotado de fortaleza la existencia de estos hombres y mujeres hasta el supremo testimonio de amor. Estos mártires dan testimonio de un amor sobrehumano, de un amor que es sobrenatural, de un amor que viene de Dios. En la glorificación de estos mártires aprendemos a perdonar, como Jesucristo nos enseña en el evangelio, una lección que tenemos que aprender cada día de nuestra vida. Y en la glorificación de estos mártires, Dios nos da intercesores cercanos, de nuestro pueblo, de nuestra familia, de nuestra diócesis, a los que acudir a lo largo de nuestra vida para que nos ayuden en el camino hacia el cielo.

Gracias a todos los que han hecho posible que esta Causa se inicie y haya llegado a feliz término. Han sido muchos colaboradores y muchas horas de trabajo generoso y gratuito. Ha valido la pena. Para todos ellos pido a Dios la intercesión protectora de nuestros mártires.

 

Córdoba, enero de 2020:

 

+ Demetrio Fernández González,

Obispo de Córdoba

COMPARTIR EN REDES SOCIALES