Manuel Ruiz Caballero

Sacerdote (Hinojosa del Duque, Córdoba, 2 marzo 1870 - Belmez, Córdoba, 2 octubre 1936, 66 años)

Por Miguel Varona Villar, director del Secretariado diocesano para las Causas de los Santos

Sus padres, Miguel Ruiz Díaz, labrador, y Francisca Caballero Castillejos, le bautizaron a las pocas horas de nacer en la Parroquia de San Juan Bautista de Hinojosa del Duque. En ésta fue confirmado el 1 de junio de 1876 por Mons. Fray Ceferino González.

Sus padres le enviaron a estudiar al Instituto de Cabra en 1883, y cursó dos años de enseñanza secundaria. Ingresa en el Seminario de San Pelagio en el curso 1885-1886, y completa un ciclo de tres años más de segunda enseñanza y los preceptivos seis años de Teología. Recibió el presbiterado el 25 de febrero de 1893 de manos de Mons. Sebastián Herrero. Desde ese día recibe sucesivos nombramientos como coadjutor de diversas Parroquias de la Diócesis.

El primero es la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Palma del Río, en 1893. En 1895, en la Parroquia de San Isidro de su pueblo natal, de reciente creación (hacía sólo cuatro años). De ella a la Parroquia de San Juan Bautista del mismo pueblo, el 20 de octubre de 1902.

El 9 de junio de 1904 es nombrado cura regente de la Parroquia de Santa Marina de Aguas Santas de Villafranca de Córdoba. Repara el templo y organiza de inmediato la catequesis, “enseñándose la Doctrina Cristiana en la forma mandada todos los domingos y días festivos por la tarde (…). No obstante los constantes esfuerzos y variados medios puestos en práctica, son pocos los que asisten”. Siempre contó con la ayuda de las Hijas del Patrocinio de María, de las cuales era confesor ordinario.

El 11 de enero de 1909 tomó posesión como cura ecónomo de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Anunciación de Belmez, hasta su jubilación (en 1936). Su principal ocupación aquí será evangelizar a los trabajadores, siempre desde el cariño y el amor pastoral.

En 1910 don Manuel tiene que presentarse al concurso de curatos para obtener la plaza de cura propio en Belmez, siendo nombrado el 24 de mayo. Cuida del patrimonio artístico de la Parroquia, construye cinco nuevas capillas laterales y blanquea el templo, con pavimento de mármol y dos nuevos retablos.

Su salud se resiente por tantos trabajos y pide permiso para ir a los baños termales de Santaella (1910) y Málaga (1914), por prescripción médica.

Sigue preocupándose por evangelizar a los trabajadores, y crea una fundación docente asistida por las Religiosas de la Inmaculada Concepción que atiende gratuitamente a más de 200 niñas y a un grupo de párvulos.

Fue también un ferviente animador y promotor del asociacionismo católico. En 1914 introdujo, con el permiso episcopal, el escultismo católico, y en los años 30 la Asociación de Niños de San Estanislao.

En la II República es lamentable el estado moral y religioso de Belmez. Son pocos los fieles que acuden a la Parroquia, por el laicismo. El insulto a las personas respetables y la blasfemia callejera, en chicos y grandes, crecía cada día. El 25 de diciembre de 1935 don Manuel, apesadumbrado por los acontecimientos y su quebrantada salud, renuncia a su Parroquia y regresa a su pueblo natal, Hinojosa del Duque.

El 19 de agosto de 1936 el Comité de Defensa de la II República de Belmez se desplaza a Hinojosa del Duque para apresar a su antiguo párroco, sexagenario y enfermo. “Fue expuesto en una de las habitaciones de la cárcel, para ser objeto de mofa de sus propios feligreses, tratado con la mayor crueldad, sin consideraciones a su estado gravísimo de salud” (Informe del párroco don Juan Fernández Linares, Archivo de Secretaría del Obispado de Córdoba, Caja Belmez, agosto 1937). Preso con don Acisclo Juan Carmona López, párroco de Belmez y también mártir, ambos fueron públicamente condenados a muerte.

La madrugada del 2 de octubre de 1936, en el Camino de Belmez a Doña Rama, ambos fueron fusilados con 24 personas más, algunos hasta quemados vivos. Don Manuel tuvo un comportamiento ejemplar, alentando y dando la absolución a todos antes de morir. Sus cadáveres los dejaron junto a la carretera, y luego fueron inhumados por unos vecinos de Doña Rama.

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