Diego Balmaseda López

Sacerdote (Castuera, Badajoz, 27 agosto 1876 - Zarza-Capilla, Badajoz, 17 agosto 1936, 59 años)

Por Miguel Varona Villar, director del Secretariado diocesano para las Causas de los Santos

Fue bautizado en la parroquia de su pueblo  natal el mismo día de su nacimiento, siendo hijo de Jacinto Balmaseda Gómez-Bravo, abogado y senador, y Justa López Gallardo. Sus buenos padres se preocuparon en darle una esmerada educación cristiana, junto con unos finos modales que en su madurez se hicieron bien patentes, a la par que hacían brillar en él un carácter sencillo y afable.

Sus estudios eclesiásticos comenzaron en el Seminario de San Ildefonso de Toledo, donde cursó 3º y 4º de Latín en 1893-1894, pero el 4 de septiembre de 1894 solicita entrar en el Seminario de San Pelagio. El preceptivo informe previo del párroco de Cabeza del Buey indicaba que había observado una conducta moral y religiosa intachables.

Al concluir el quinto curso de Teología, es ordenado presbítero el 22 de diciembre de 1900. Su primer destino fue el de coadjutor de la Parroquia de Dos Torres, en la que sólo permaneció durante tres meses, pues una anciana tía suya, que había erigido un oratorio privado en su casa de Cabeza del Buey, solicitó del Obispo que su sobrino fuera el capellán para celebrar allí la Misa. Tal petición fue concedida, nombrándosele además adscrito a la Parroquia de Ntra. Sra. de la Armentera de Cabeza del Buey. Cuando falleció su tía, don Diego fue nombrado capellán de las Carmelitas de la Caridad de la localidad; el 28 de marzo de 1914 renunció a ella.

En 1915 fue nombrado coadjutor de la Parroquia de San Sebastián de Espiel. Aquí su comportamiento es intachable, con costumbres propias de un sacerdote y siempre sumiso y obediente a las órdenes de sus superiores. Pidió permiso al Obispo para ir a estudiar Derecho Canónico al Seminario General y Pontificio de Sevilla, pero Mons. Guillamet se lo negó por la escasez de sacerdotes.

En 1916 lo encontramos en Montoro, como coadjutor de la Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen, durante un año; entre 1917 y 1920 será el coadjutor de la Parroquia de San Bartolomé. Con sus dos párrocos trabajará y colaborará estrechamente.

En 1920, según certificado médico, comienza a padecer ataques de reumatismo articular que le impiden ejercer su servicio pastoral, y renuncia a la coadjutoría de Montoro.

En el año 1921 don Diego se hallaba ejerciendo como coadjutor en la Parroquia de Cabeza del Buey, su último destino. Los que aún lo recuerdan, dicen de él que poseía un carácter sencillo y afable con todas las personas, que era un gran devoto del Rosario que rezaba todas las noches en la Parroquia, y que siempre acudía solícito a las casas de los enfermos.

Las primeras manifestaciones contra la religión que se dan en Cabeza del Buey datan de mayo de 1936. Fueron derribadas todas las cruces e insignias de carácter religioso situadas en lugares públicos.

Todo se agravó, aún más, a partir del 18 de julio. Cuarenta personas fueron encarceladas en el templo parroquial y murieron fusiladas en la madrugada del 13 de agosto de 1936, en el Cementerio. Entre ellas estaban el párroco don Julián Rivas Rojano y don Andrés Serrano Muñoz, el capellán de las Religiosas Carmelitas de la Caridad, ambos mártires.

Pero, de aquella matanza, dos presos pudieron escapar, amparados en la oscuridad, hasta la Finca “El Enjugadero”: eran el laico don Jacinto Gómez-Bravo Donoso, ileso, y don Diego, gravemente herido. Don Jacinto llevó a cuestas al sacerdote muy malherido hasta la citada finca, situada en el término de Zarza-Capilla. Alguien los denunció y ambos fueron conducidos hasta el Cementerio de esta localidad. Don Diego ya iba medio muerto. Lo dejaron en el suelo y unas ratas comenzaron a atacarlo. Pidió agua. Finalmente lo remataron con un escardillo (los documentos de la Causa General afirman que murió fusilado), mientras su compañero fallecía abatido a tiros. Era el 17 de agosto de 1936.

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